1 octubre, 2013

Parece que fue ayer cuando cogíamos el portante y nos íbamos de vacaciones, cansados y con multitud de incertidumbres. Las decisiones políticas, las nuevas directrices, los cambios, la nueva hornada de adolescentes que nos tocaría en suerte… Todo eso había que dejarlo a un lado y concentrarse en emplear el tiempo de otra manera, recobrar la calma, respirar espacios abiertos, sin pupitres ni ventanas. Recuperar un sentido más reposado de la existencia y olvidar los esfuerzos y tensiones han sido nuestros ejercicios para el verano. La máquina estaba necesitando una revisión importante, un ajuste de mecanismos y, en algún caso, recambios de urgencia. Nuestras vacaciones se parecen un poco a una revisión de ITV en la que nos  damos cuenta de si el motor estaba algo revolucionado, del estado de las pastillas de freno de nuestros impulsos, del equilibrio emocional de la dirección y de la elasticidad de nuestros amortiguadores tras los baches de todo tipo que habíamos cruzado durante el curso. Ha habido que ponerlo a punto y tapar los desconchones de la carrocería porque la carrera volvería a comenzar de nuevo enseguida. 

Por su parte los chavales han regresado de las vacaciones y comparan también su tiempo de mar o de montaña, de holganza y emociones, con la rutina de unos libros nuevos y unos horarios fijos. El contraste es tremendo. Los profesores somos para ellos un poco los encargados de frustrar sus recientes experiencias de alas al viento, y el arranque escolar se les hace cuesta arriba. ¿Por qué no será siempre verano? Nada se puede comparar a disponer de todo el día para estar con los amigos, viajar, tomar el sol, bañarse por la mañana y por la tarde, recorrer en bicicleta calles y caminos, echar la siesta, acostarse más tarde y vagabundear sin fin.

Y aquí estamos de nuevo. Otra vez nos tocar echarle ganas a lo adverso, y poner todo de nuestra parte para que nuestros alumnos sepan buscar de manera más organizada y sabia un sentido valioso al aprendizaje y a la existencia, tratando de irradiar ilusión y entusiasmo con nuestras materias, buscando cómo trasladarles formas complejas de pensamiento y de análisis que sirvan para enriquecer su bagaje cultural. He dado una ojeada muy atenta al vocabulario de referencia del modelo EFQM de excelencia, y allí aparecen conceptos como conocimiento, creatividad, cultura de valores compartidos, estrategia, innovación, mejora continua, agilidad de organización y capital intelectual. De eso estamos hablando una vez que hemos saltado ya de las vacaciones al centro escolar, de poner en marcha todos estos mecanismos y de hacerlo conjuntamente, para que no haya tirones ni desajustes entre lo que hacemos unos y otros con los alumnos. Si de algo han podido servir los días de descanso y recuperación ha de notarse en que mantenemos y perfeccionamos esos conceptos-fuerza de calidad.

Siempre he creído en eso de que ser profesor es un oficio que requiere mucha vocación y que, al mismo tiempo, exige una formación permanente en todo lo que toque el acto de enseñar, ya sea académico o existencial. A ello hay que añadirle mucha mano izquierda para conectar con la psicología convulsa de la adolescencia y una gran capacidad de encaje frente a las decepciones y contrariedades que nos esperan, casi inevitablemente, en el transcurso de la tarea docente. Este oficio de enseñante me recuerda a los médicos, que tratan más enfermos que enfermedades. A veces algunos tratamientos les funcionan y otras no. Parte del proceso de curación se debe a las técnicas y medicinas, y una buena parte a la confianza creada entre el médico y el paciente. No obstante la investigación y la innovación sobre los fármacos y las técnicas no descansan nunca, no pueden parar. La autocomplacencia profesional es mortal para los galenos, como lo es para nosotros. Dar clase a adolescentes tiene mucho de tratar a adolescentes. Hacerles atractivo lo difícil del aprendizaje, así como crearles interés e ilusión por cultivarse como personas, pasa por el peaje del manejo inteligente de sus estados emocionales y del descubrimiento de sus fortalezas y debilidades.

Parece que fue ayer cuando hablábamos de la competencia social, el autocontrol, el consumo conversacional, la protección a distancia, el imperativo categórico, el uso del tiempo, el consumo de sustancias tóxicas, la tiranía del espejo, el ikea emocional de internet y las redes sociales. En este nuevo curso espero seguir compartiendo con vosotros, a través de este blog de Acción Magistral, cuestiones que tengan que ver con la prevención y la educación para la salud de nuestros alumnos adolescentes. Los alumnos que empiezan por primera vez la educación secundaria han llegado más o menos a un planeta nuevo y los más veteranos se frotan las manos porque arañan ya el final de esta etapa. Pero todos ellos están perdiendo todavía el color del verano y miran al nuevo curso con ganas de que les resulte vitalmente rentable. Bienvenidos todos y que no nos falten ideas, humor y buen ánimo.