11 noviembre, 2013

Tranquilidad, esto no va de cómo van pasando los años por nosotros los que damos clase, en cuyo caso el título debería decir, ay, “hacerse más viejo”, sino del reto global que engloba el conjunto de retos continuos en que consiste el proceso de maduración de todo alumno adolescente. Como dice Gerardo Castillo (El adolescente y sus retos. Edit. Pirámide, 2000), es conveniente que quienes se ocupan de la educación de los adolescentes, ya sean padres o profesores, les aclaren que la edad en la que se encuentran y que se llama adolescencia no es sin más algo que les sucede, con sus cambios y evoluciones varias, sino también algo que “ellos tienen que hacer que suceda”. Dicho de otra manera, hay que animarlos para que este paso hacia la edad adulta que les toca vivir, con sus inseguridades y conmociones, sea una transición lo más interesante posible por la ilusión que deben poner a la hora de “movilizar todas sus capacidades potenciales, sus energías dormidas”.

Suena bonito eso de la movilización del adolescente, cuando lo cierto es que con frecuencia nos topamos con alumnos muy desganados. De eso ya hemos hablado hace un par de posts. Pero ahora vamos a echarle una ojeada a ver cómo se podría encauzar sus energías para que en vez de usarlas contra ellos o los demás, actúen como retos en los que puedan demostrar su valía personal. La razón para acometer este objetivo es elemental: los adolescentes van a ir edificando su identidad y adquirirán una mayor seguridad en función de cómo sean capaces de afrontar las situaciones que les salen al paso, y también según cómo den respuesta a las aspiraciones que brotan desde su interior con una fuerza inusitada. A este respecto la labor educativa consistiría en presentarles las obligaciones que tienen, y las posibilidades que se les presentan, como retos parciales. Hacer esto es como dar la vuelta a la tortilla convirtiendo a unos y otras, los deberes y las opciones, en estímulos poderosos que sacudan su pereza o su incomodidad.

Veamos un ejemplo. Como bien sabemos por nuestro trabajo diario, cada vez les cuesta más a los adolescentes obedecer algunas órdenes. Protestan, se quejan, hacen aspavientos y tratan de que se suavicen o que se eliminen. ¿A qué podemos apelar en esos casos? Una parte de la solución es la mera aplicación de la autoridad, pero la otra puede ser además el planteamiento de las exigencias como si fuesen un reto de su capacidad para llevarlas a cabo. Es decir, se trata de ponerles ante la tesitura de ver si son capaces de demostrar que pueden con ello. Esa apelación a sus energías y a su necesidad de hacer ver que por supuesto que están a la altura de lo que se les pide, es lo que se llama un reto parcial. Reclamarles siempre que se pueda que demuestren su fuerza, constancia y capacidad es sacar de ellos lo que ni ellos mismos saben que tienen y es también darles la ocasión de que pongan a prueba sus fuerzas.

profeTal vez la tarea más importante y difícil que debe gestionar un alumno adolescente para hacerse mayor con garantías de equilibrio y salud es la administración de la libertad. Para llegar a ser mayor con éxito necesita saber distinguir las buenas y malas formas de ejercer la libertad. Cuando un adolescente no tiene un asesoramiento adecuado se cree a pies juntillas que crecer y cambiar significa saltarse todas las indicaciones que le llegan de la familia y del centro escolar. ¿Cómo se demuestra, según esa teoría, que uno está ya viviendo “en libertad”? Pues cuando se manda a paseo todo lo que te dicen en casa y en clase, porque si no rechazas todas esas normas, si no te libras de esas ataduras que te frenan, siempre serás un niñato o una nenaza (¡Toma ya!, ¡abajo las cadenas!).  

Para que crezcan y se vayan haciendo mayores sin desbaratarse hay que ponerles ante los ojos facetas genuinas de libertad responsable, una libertad que les va a exigir respuestas coherentes de las que no pueden escapar en su quehacer diario. Necesitan darse cuenta de que el mundo de la libertad no es ese dar al traste con todo lo recibido del pasado, sino que consiste en incorporar nuevos compromisos. Otra forma de educarles en la libertad, además de los retos escolares, es irles presentando, de forma progresiva y sin precipitarse, cuestiones vitales cercanas e inmediatas también bajo el formato de retos, para que vayan administrando el ejercicio de su libertad. El alumno debe escuchar de los adultos significativos retos como los siguientes: ¿sabes ser tú mismo sin dejarte llevar por el grupo?, ¿eres capaz de desenvolverte solo cuando estás ante situaciones complicadas?, ¿qué problemas sabes solucionar con éxito sin que se ocupen ya de ellos tus padres?, ¿te sientes capaz de manejarte bien en un ambiente completamente nuevo?, etc. La respuesta que den a esos retos será al tiempo una medida más del avance paulatino en el proceso de hacerse mayor que está experimentando.

Es decir, que hay que animarles a que encaren de frente retos sucesivos de su adolescencia, porque esa forma de encarar la vida les va a facilitar la transición de la niñez a la juventud. El asesoramiento que les demos para avanzar en ese desarrollo les servirá para subir ese escalón evolutivo sin tantas turbulencias, con menos  miedos, recapacitando sobre lo que hacen y sienten gracias a esa clave de ilusión que significa el ir aceptando y superando metas. Hacerles experimentar lo nuevo, lo difícil o lo adverso como retos que sacan lo mejor de ellos mismos es adentrarles de una manera inteligente en ese paso hacia la madurez. No  hay que acelerar el proceso, sólo hacer que sean más conscientes de cómo abordarlo. Es una cuestión de salud personal para prevenir defectos y derrumbar factores de riesgo. No hay duda de que hacerse mayor sigue siendo, cómo no, algo complejo y apasionante a la vez.