28 junio, 2015

Hace poco más de un mes, la prensa se hacía eco de una noticia grave y, al mismo tiempo, muy triste: Otra víctima del acoso escolar. Aranzazu, menor de 16 años, se lanzó al vacío tras sufrir acoso escolar, bulling. La joven asistía al Instituto Ciudad de Jaén del barrio de Usera. En los medios se publicaron diferentes versiones. Cada parte implicada expresa haber actuado frente al caso, pero la realidad es que la familia sufre la pérdida de su hija.

Cuando leo este tipo de noticias, pasado un tiempo, tengo la sensación que el acoso escolar es un gran enemigo de nuestras aulas, y lo peor es que es muy silencioso. A veces, cuando se manifiesta, lo hace con brutalidad y los resultados suelen ser nefastos. Entonces, también me pregunto ¿qué pasa con los adultos, que se supone que somos los que bebemos guiar, observar, educar, tanto familias como docentes, para que nuestro enemigo salga victorioso? ¿Estamos tan sumergidos en las prisas, en la necesidad de acabar currículum, de evaluar, que no advertimos su presencia? Y si lo hacemos, por qué le restamos importancia y no actuamos con premura. Considero que no hay ninguna respuesta que justifique estos acontecimientos.

La relación humana se expresa a través de vínculos afectivos, comunicativos y cooperativos. Es por ello que se torna fundamental tratar las relaciones inter e intra personales dentro del aula, para solventar eficazmente los conflictos que se puedan presentar. En el clima del centro surgen muchas relaciones alumno-profesor; alumno-alumno, profesor-centro, alumnos-centro, etc., y como tal es imposible evitar que surjan tensiones. Tal como señala Santos Guerra, «hay muchos tipos de interacción entre los miembros que habitan el mundo mágico y a la vez anodino del aula y de la escuela. Hay transacción de conocimientos, de sentimientos, de actitudes, de discurso y de prácticas…»( Santos Guerra M.A. (1990) El sistema de relaciones en la escuela. En Actas del I Congreso Interuniversitario de Organización Escolar. Barcelona) Pero, como educadores debemos ofrecer a nuestro alumnado pautas para que aprendan a resolverlos. Sin duda, a participar se aprende participando. Por otra parte, los individuos aprenderán a solucionar problemas si saben dialogar, comunicarse, discrepar, autoafirmarse, empatizar o respetarse. Como afirman rotundamente Ortega y Mínguez, «no necesariamente educamos cuando transmitimos saberes».

Como adultos a cargo de la educación en los centros escolares es fundamental conocer que existen estas situaciones de «acoso, intimidación o victimización». Cuando ocurre esto, un alumno/a es agredido, se convierte en víctima, ya que está expuesto de forma repetida y durante un tiempo a acciones negativas por parte de uno o varios alumnos/as. Estas acciones negativas pueden ser verbales, físicas y psicológicas y provocan exclusión. Sin embargo, debemos diferenciar el bulling de los casos de malas relaciones entre escolares, que son comunes y muy generalizadas, pero menos intensas. La indisciplina, mal comportamiento, son fenómenos perturbadores que alteran el ritmo de la vida escolar, no deberíamos catalogarlos como verdaderos problemas de violencia. Es aquí donde nuestra mirada debe agudizarse, y estar alertas ante los primeros indicios de que una simple rencilla se está convirtiendo en algo más grave, como es el acoso.

Quizás deberíamos preguntarnos, frente a un posible conflicto, cuál es nuestra actitud, y preocuparnos de si la que hemos adoptado es la de evitar, que se da cuando solemos correr del conflicto, nos escondemos, lo dejamos pasar. Aparentemente vivimos un clima de tranquilidad pero no desaparece, sigue latente y volverá a surgir, tarde o temprano. Al no asumirlo se arriesga a que el conflicto desencadene en un problema mayor.

El profesorado es una pieza clave, que suele ser modelo, ya que es fácilmente constatable que los alumnos aprenden más por lo que sus profesores hacen que por lo que dicen. Como sugerencias, los autores J. Escámez, R. García y López, y A. Sales, en su libro Claves educativas para escuelas no conflictivas, que se ofrecen al profesorado que desea ser un modelo de convivencia, se proponen las siguientes:

-No abusar del poder, porque no hay mayor violencia que la arbitrariedad.

-Procurar mantener el autocontrol para facilitar el aprendizaje del mismo por observación y emulación.

-Mostrarse tolerante y evitar la discriminación.

-Mostrarse sereno a la hora de tomar decisiones.

-Actuar como mediador.

-Escuchar a los alumnos y respetar sus ideas.

-Ser delicado en el trato, tener tacto, en tanto que protege la vulnerabilidad de los estudiantes, permite el afloramiento de lo mejor de cada uno de ellos y promueve lo que él o ella tiene de único.

El profesorado tiene un rol importante ya que su intervención es necesaria para asistir a todo el alumnado de forma inmediata en todos los momentos y espacios del centro. Las familias también ocupan un papel relevante en cuanto a colaborar en la intervención y prevención de estas conductas, observando y escuchando a sus hijos/as, e intercambiando información con el profesorado, equipos directivos y gabinetes de orientación. Resulta imprescindible la integración desde la diversidad, con la incorporación de procedimientos de resolución de conflictos en los que intervengan todas las personas que conviven, sea cual sea su situación y/o papel en el centro escolar. De esta manera, todos los agentes implicados (educativos y familiares) se sienten parte de la construcción o mantenimiento de un clima escolar positivo e integrador. Es responsabilidad de todos el sentirse parte de proceso y la acción encaminado a una buena convivencia, mediante su participación activa en la resolución de conflictos cotidianos.

Si ellos y ellas, en cualquier nivel educativo, se sienten respetados, escuchados, contenidos, mimados, como consecuencia del clima de seguridad, integración y responsabilidad, este gran enemigo silencioso, poco a poco desaparecerá de nuestras aulas. Todos tenemos una gran responsabilidad ante ello y, por ende, todos somos parte responsable del acoso escolar. Es nuestro desafío, uno más en nuestra compleja tarea que es educar. Nadie dijo que fuera fácil, pero tampoco nadie dijo que es imposible.

¡Hoy tengo un sueño!

Sueño con que un día,

cada valle sea exaltado,

cada colina y cada montaña sea nivelada,

cada lugar escabroso se torne accesible

y lo torcido se pueda enderezar.

Con esta fe podremos esculpir

de la montaña de la desesperanza

una roca de esperanza.

¡Que resuenen las campanas de la libertad!

en cada pueblo y en cada choza,

en cada provincia y en cada ciudad.

Martin Luther King, Jr.

Imagen extraída de http://depsicologia.com/bullying-o-acoso-escolar/