5 julio, 2015

La detección de un caso de acoso es algo bastante complejo, ya que los estudiantes no suelen comunicar nada a los adultos hasta que la situación es bastante grave. Precisamente, por el entorno de silencio que suele envolver estos casos, resulta muy difícil tomar medidas en las etapas iniciales. Sin embargo, es fundamental que nosotros, los docentes, seamos capaces de detectar estas actitudes y establecer actuaciones rápidamente. Sólo así conseguiremos atajar el problema antes de que se convierta en algo más serio.

Las manifestaciones del acoso suelen ser variadas. En cualquier caso, el comienzo más habitual son los insultos continuados, los motes y las burlas sobre la apariencia o la forma de vestir del acosado de forma rutinaria.
A esto se pueden añadir diversas actuaciones con el grupo. Éstas pueden incluir mentiras sobre lo que ha dicho o hecho el acosado, así como evitar que otros estudiantes jueguen con él. También se suelen producir actuaciones que dificultan que esta persona pueda interrelacionarse con los otros, tratando de aislarle con respecto al resto del grupo.
Ponerle en ridículo, esconder sus cosas, robar sus objetos personales o académicos, así como propinarle pequeños golpes o bromas conjuntas suele ser también habitual en algunos casos.
Lo más grave, sin embargo, no son este tipo de acciones, sino el hecho de que sean sistemáticas y continuadas. Aquí radica la gravedad de las conductas de acoso y la importancia de que seamos capaces de detectarlas, ya que estas actuaciones inciden en la vida afectiva, emocional y familiar de los estudiantes, haciendo un gran daño a toda la comunidad educativa.

A la hora de detectar una conducta de acoso, debemos ser conscientes de aquellas cuestiones que pueden incidir en este tipo de actitudes. En la mayor parte de los casos, las conductas de acoso tienen causas concretas. Saberlas o detectarlas ayudará a tomar las medidas oportunas.
Algunos causas pueden ser de orden individual, como el sentimiento de exclusión social o la diferenciación por cuestiones físicas o de vestimenta. En estos casos también suele influir la situación personal y familiar de cada uno de los individuos. En aquellas familias donde se den conductas violentas es más sencillo que los estudiantes imiten esas acciones. También suele influir el hecho de que los alumnos vivan en familias excesivamente permisivas, que no marcan límites ante conductas agresivas por parte de sus hijos.
Otras causas son de orden grupal. Entre ellas cabe destacar la integración en un grupo con conductas negativas, o entrar en un entorno de justificación de la violencia, sea mediante personas cercanas o a través de páginas web o redes sociales.

El acoso puede producirse en lugares diferentes. Lo más normal es que se produzca en el patio, en la ruta escolar o en los cambios de clase. Sin embargo, también puede llegar a darse en el comedor escolar o dentro del propio aula. El acoso también puede ser virtual, produciéndose a través de mensajes y de redes sociales. Este tipo de acoso, dada la gran importancia que en nuestra vida actual tienen las redes sociales y el uso de Internet, puede dar lugar a circunstancias muy dolorosas para los estudiantes. Debemos darnos cuenta de que la imagen online también forma parte de nuestras vidas, siendo muy importante en nuestras relaciones sociales. Para nosotros, además, es mucho más difícil detectar este tipo de acoso por circunstancias evidentes. Por esta razón, para la detección del Cyberbulling, se hace totalmente necesaria la colaboración de otros estudiantes o de las familias.

Además de estas cuestiones generales suelen darse algunos patrones, que pueden convertirse en indicadores concretos sobre casos de acoso. Vamos a ver algunos de los más habituales:

Aumento brusco de las faltas de asistencia.
Este es uno de los indicadores más reveladores, puesto que la no asistencia por parte de algún alumno, cuando no hay otra causa justificada, puede deberse a las dificultades que tenga en el centro. En edades más tempranas, lo que suele ocurrir es una negativa constante a asistir al centro. El alumno sostiene delante de su familia que no quiere ir al colegio, sin aludir a una causa concreta, al menos en un primer momento.

Problemas de atención en clase, así como constantes cambios de ánimo.
Debido a la tensión que le puede producir la situación que está viviendo, el alumno, sin saber cómo afrontarla adecuadamente, sufre continuos cambios de ánimo, así como dificultades a la hora de seguir las explicaciones en la clase.

Alteraciones que influyen en su cuerpo.
Es bastante común que se den cambios en el sueño, en el apetito, así como somatizaciones del problema a través de dolores de cabeza, dolores gastrointestinales, ansiedad y nerviosismo.

Abandono de actividades que antes juzgaba interesantes.
Ante un problema de este tipo, que tiene una poderosa influencia emocional, es bastante común que sus propias aficiones pierdan importancia. Esta circustancia se suele dar en muchos de los casos y dificulta sobremanera la recuperación de la autoestima.

Si bien es complicado detectar un caso de acoso, debemos estar alerta ante las circunstancias de este tipo que puedan darse en nuestros centros. He comentado algunos de los indicadores más comunes, pero pueden darse también otras actitudes que, de forma sistemática y repetida, dañen emocional o físicamente a nuestros estudiantes.
Hace poco me decía una amiga que lo más importante que puede entregarnos la educación es pasión y responsabilidad. Pasión por el aprendizaje y responsabilidad ante nuestros actos en la sociedad. Si ayudamos a la detección de este tipo de actuaciones, estaremos contribuyendo a esta responsabilidad colectiva. Hagámoslo e informemos a nuestros estudiantes de que también deben hacerlo.