28 diciembre, 2015

Fuente imagen: http://www.trecebits.com

Hay un nuevo concepto que manejamos con asiduidad, se denomina viralidad, alejado del ámbito médico donde podríamos situarlo en un principio, se refiere a que un contenido ha tenido éxito en internet, sobre todo se suele referir a un vídeo que se ha convertido en viral, es decir, que acumula un número exorbitante de visitantes y reproducciones. Estos días de Navidad el vídeo viral es uno de un niño que se enfada tremendamente porque ha recibido un regalo el día Navidad que no le gusta.


Mas allá del buen gusto de compartir acontecimientos familiares con mayor o menos oportunidad, debemos reflexionar sobre la presencia de los niños en las redes; puede ser muy gracioso ver a un niño con perro o un gato jugando, o en situaciones divertidas pero me produce gran tristeza ver a un niño enfadado, que digo enfadado, absolutamente iracundo por no obtener el regalo que desea, algo está fallando en ese contexto para que tenga una reacción así, ¿sus padres no se lo habrán planteado? ¿Encontramos gracioso el sufrimiento ajeno?


Trascender del ámbito familiar al ámbito público e infinito de internet parece que acaba de poner la ginda a un tremendo error … ¿qué pensaran los compañeros y maestros de ese niño cuando lo vean? ¿Cómo se sentirá ese niño en el futuro cuando sea recordado por ese video?

No me gustan los niños en televisión, ya lo he comentado en otros momentos en este foro, y no me gustan los niños en internet, sobre todo cuando son utilizados como material para la mofa y el regocijo de unos cuantos adultos que no tienen nada mejor que hacer. La educación de los niños requiere de tiempo, paciencia … y privacidad, los grandes o pequeños logros de nuestros niños, así como sus fracasos, tienen que tener la prudencia de los adultos que los rodean, no podemos condicionar su futuro por nuestra ansia por compartir sin reflexionar sobre las consecuencias, y es que el mundo virtual de internet no tiene puertas, ni ventanas … los límites los debemos establecer nosotros con nuestro sentido común, primando el interés de los niños a su nombre y reputación por encima de todo.

¿Es posible lograrlo en este mundo hipertecnificado? Siendo realistas es muy, muy complicado. Nosotros en la escuela solíamos compartir fotos de actividades que realizábamos pero cada vez lo hacemos menos; las razones son múltiples, por una lado está la presión de algunas familias por ese material, interesa más la foto que la actividad, nuestro fin no es mostrar niños sino mostrar un hecho educativo que nos parecía relevante. En la pasada fiesta navideña, la profusión de cámaras de fotos y móviles hacia que cada niño fuera retratado de manera simultánea por ciertos de objetivos ¿merece la pena? ¿No sería mejor disfrutar de la actividad que estábamos compartiendo más que registrar instantes? Es la dinámica de nuestro tiempo, recoger el isntante más que vivirlo para después compartirlo y difundirlo.

¿Y los niños? Los niños ya sienten como algo normal que los adultos nos comportemos así, hiperactivos por recoger todos y cada uno de los instantes de nuestras vidas en tiempo real, transmitiendo y compartiendo sin un paso previo para reflexionar sobre lo que hacemos … no hace muchos días justo antes de empezar las vacaciones navideñas mis niños de tres años mientras jugaban se sentaron todos juntos mientras con una pieza de madera de un juego de construcción se hacían un selfie, creo que tenemos que empezar a considerar dedicar un tiempo a analizar este tipo de conductas ¿estamos contaminando su juego?

Feliz semana y que el próximo año venga cargado de buenos e interesantes proyectos en vuestras escuelas 😉