2 septiembre, 2019

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Cuando observamos a los estudiantes nos damos cuenta de que muchos de los conflictos vienen derivados de una inadecuada gestión de las emociones o de una dificultad evidente en la comunicación de sus pensamientos.
Hay todo un movimiento pedagógico que, sin centrarse en la convivencia en el aula, ofrece estrategias que favorecen la comunicación, la comprensión y la empatía entre los estudiantes. Además, utiliza una serie de pautas que sirven para desarrollar la eficacia del pensamiento.
Estoy hablando del Thinking-Based Learning o “Aprendizaje a través del pensamiento”, como suele traducirse al castellano.
Sus defensores dicen que sirve para asimilar mejor los contenidos curriculares, al utilizar una serie de técnicas que hacen más eficaz el proceso de aprendizaje. Favorece el trabajo competencial, especialmente la competencia de “aprender a aprender”, ya que los alumnos van recibiendo una serie de estructuras pautadas que servirán para dirigir su proceso de estudio. Por otro lado, al trabajar en grupo durante las sesiones, se aumenta la implicación entre los estudiantes, así como su gusto por el aprendizaje. Poner en marcha su capacidad para debatir, contrastar ideas y concretar sus propuestas, hace que desarrollen su capacidad para la comunicación interpersonal, así como para trabajar en equipo sobre las diferentes actividades.
Este planteamiento consigue que los estudiantes perciban los objetivos de forma grupal, lo que nos lleva a educar en un sistema no competitivo.

 

Desarrollo de una clase normal siguiendo las premisas del TBL.

El paso inicial es la distribución de todos los estudiantes en pequeños grupos. A partir de ese momento, el docente les entrega un “mapa de pensamiento”. Este mapa tiene una serie de preguntas sobre el contenido que va a trabajarse. Para que resulte efectivo deberá ser también una guía pautada, una propuesta motivadora que dirija la actividad.
Tras recibirlo, los estudiantes empezarán a trabajar de forma colaborativa con el material que les ha dejado el docente. Lo interesante es que las respuestas de todos se irán interconectando, hasta tejer un discurso que pueda ser compartido con el resto de sus compañeros.
Este tipo de dinámicas hace que las clases sean más participativas y que los docentes se conviertan en guías del aprendizaje, en motores de las distintas propuestas.

Para llevar a cabo esta labor se utilizan una serie de estrategias. Quizá la más importante es el ya comentado mapa de pensamiento, pero también se pueden utilizar organizadores gráficos, listas con rúbricas o baterías de preguntas para hacer avanzar las dinámicas. En cuanto a la metodología para hacer funcionar estas propuestas, en el libro “El aprendizaje basado en el pensamiento” destacan sus autores algunos elementos fundamentales:
-Persistir en la actividad.
– Reflexionar de forma flexible.
– Buscar la precisión a la hora de hacer cualquier planteamiento.
– Comunicar de forma clara y concreta.
– Plantear problemas y reflexionar sobre la información recibida.
– Mantener una actitud de comprensión y de empatía hacia el discurso y las ideas de los otros.
– Sostener un interés constante por el conocimiento.

Todas estas cuestiones, como puede observarse, están implícitas en el desarrollo de la clase. Tanto los aspectos relacionados con la reflexión como las actitudes de comprensión, empatía y motivación son necesarias para que se puedan llevar a cabo este tipo de iniciativas.

Una vez que se han puesto en marcha varias dinámicas, los estudiantes irán adquiriendo de forma natural sus procesos, que no hacen sino clarificar el pensamiento, aumentando su eficacia y fomentando el debate y el contraste de opiniones de forma constructiva. Para conseguir que los estudiantes interioricen estas pautas, el docente debe utilizarlas de forma constante, verbalizando los procesos para que puedan ser adquiridos de forma consciente. Además de utilizar estrategias como estudiar la relación entre las partes de un contenido, establecer comparativas entre diferentes elementos o crear una batería de preguntas que ayuda a dirigir el proceso, el docente tiene que ir haciendo evidentes sus trucos ante los estudiantes. Tiene que hacerles ver de qué manera está utilizando una batería de recursos para lograr aumentar su eficiencia. De esta forma, progresivamente, ellos empezarán a utilizar esos métodos con autonomía.

De la misma forma que estas dinámicas ayudan a los estudiantes en diferentes ámbitos, también mejoran el ambiente de la clase, la convivencia que se da en el aula y la voluntad por parte de los alumnos de colaborar en pos de objetivos comunes. Por esa razón considero que no sólo se trata de una serie de estrategias adecuadas para mejorar el pensamiento, aumentar la eficiencia o, como algunos apuntan, mejorar su competencia en el aprendizaje autónomo. Por encima de todo, se trata de una serie de estrategias que hacen de la colaboración y el diálogo el motor fundamental del aprendizaje. Y este planteamiento me parece una gran idea para empezar a cambiar las cosas.

 

Referencias adicionales:

– El aprendizaje basado en el pensamiento. Robert J. Swartz, Arthur L. Costa, Barry K. Beyer, Rebecca Reagan y Bena Kallick. SM, Biblioteca de Innovación Educativa.

– Thinking-Based Learning
Making the Most of What we Have Learned About Teaching Thinking in the Regular Classroom to Bring Out the Best in Our Students
Robert J. Swartz. http://nctt.net/lessons/LeadershipArticle.pdf

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