16 marzo, 2016

Leía el otro día un post de Ana Sáenz de Miera Cárdenas, directora de Ashoka España y co-directora de Ashoka Europa. Ana argumentaba que ante la pregunta a un padre o una madre si querrían que su hijo o hija fuera una persona experta en robótica o en francés o erudita en química habría diversidad de respuesta; pero ante la pregunta ¿quieres que tu hijo sea excelente en mejorar el mundo, en solucionar lo que no funciona? Creo, intuyo, que el 100% responderá que sí.
 
Yo también esto y con ella. Es cierto que los padres estamos preocupados por el desarrollo curricular. Pero somos muchos, cada vez más, a los que nos preocupan otros intereses en la educación.
 
El problema viene ahora, y cómo educamos para que nuestros hijos e hijas sean excelentes en mejorar el mundo? Vaya tarea tan fascinante y tan compleja. Porque, ya lo hemos comentado en otros posts, lo de la educación no es sólo patrimonio de los colegios, educa la tribu y la tribu, nuestra tribu… es por lo menos diversa e incoherente en muchos momentos. Bastaría con echar un vistazo al abordaje social colectivo que estamos haciendo del tema de los refugiados en las fronteras de la querida Europa.

No basta pues lo que trabajemos en casa, o lo que como profesores desarrollemos en aula o lo que aprendan en la calle de sus iguales. Lo importante es el conjunto y la coherencia de mensajes de todos los ámbitos.
 
Uno no nace excelente, la excelencia no viene marcada genéticamente. En este tema, la excelencia se aprende y por lo tanto viene marcada socialmente. Y se aprende en la familia, en la calle, en los centros educativos… Uno se va haciendo excelente al mismo tiempo que se va creciendo y construyendo como persona.
 
Las personas nos construimos en la medida que sentimos, conectamos, soñamos, aprendemos unos de otros y nos unimos para transformar la realidad. La educación ha de trabajar estos sueños compartidos y emociones y ha de saber dirigirlos en este viaje que nos sitúa en el horizonte de la alteridad. Centrándonos en el aula y en esta línea, todo lo que trabajemos en el aula que tenga que ver con estos contextos de conocimiento, emociones, alteridad… en el fondo, voluntariado, es pilar fundamental para ser excelentes en mejorar el mundo.
 
No es tarea exclusiva de la etapa de infantil o primaria o la ESO estos objetivos. Aprender a mirar con empatía ha de combinarse con otras tareas curriculares también básicas en la tarea de construcción de la persona. Ideas no faltan, iniciativas de las que poder mirar tampoco, personas referentes encontraremos y muchas. Sí se hace necesarios la voluntad y compromiso que nos permita navegar, a veces a contracorriente del resto del claustro; aunque esto último cada, vez, afortunadamente, menos.

Es preciso un plan de trabajo que guíe lo que hacemos desde las primeras etapas hasta las últimas. Un plan con hitos, con éxitos a corto (para que no haya desánimos) y largo plazo ( que implica una real transformación). Un plan al que se destinen recursos humanos y económicos. Sólo así haremos realidad esa frase de  de Steve Jobs que se publicó en The Wall Street Journal “Ser el hombre más rico del cementerio me trae sin cuidado. Irme por la noche a la cama sabiendo que hemos hecho algo grande: eso es lo que me importa.” Y añadiría, con perdón a Jobs, algo grande por los demás!!!