30 mayo, 2015

Trabajo por competencias, aprendizaje por proyectos, grupos por niveles… en los institutos de nuestro país encontramos distintos modelos pedagógicos, así como distintos docentes, un pluralismo que combina aspectos tradicionales con otros innovadores, conformando un mosaico en el que no acabamos de dar a luz a algo realmente nuevo.

Romper con el modelo tradicional, no es fácil. Y menos aún cuando, los que proporcionan las herramientas necesarias para hacer funcionar este sistema, constantemente nos remiten a modelos del pasado. Dentro de poco, deberemos volver a realizar las reválidas, que lejos de potenciar un aprendizaje competencial, provocará una clasificación de centros que estigmatizará a aquellos con peores resultados.

Se refuerza así un modelo de escuela sujeta a presión por los resultados, a unos profesores competitivos, a una segregación de aquellos alumnos con peores resultados y a unos padres coaccionados por la elección de centros de alta demanda.

Si miramos a nuestros vecinos, pocos son los países que cuentan con políticas educativas basadas en la productividad académica, un modelo más propio del s. XIX que del actual.

En Cataluña, afortunadamente, encontramos centros que defienden el tan reivindicado aprender a aprender. Un ejemplo que se ha dado a conocer recientemente es el aplicado por los jesuitas en el proyecto “Horizonte 2020” con el que, “sin asignaturas, ni horarios ni exámenes” pretenden “transformar las aulas en espacios de trabajo donde los niños adquieren conocimientos haciendo proyectos conjuntos”.

Otro ejemplo de la metodología por proyectos es el que lleva a cabo el Institut-Escola Les Vinyes de Castellbisbal, un centro de secundaria en el que se diversifican los contenidos, se potencia la toma de decisiones, la socialización de alumnos creativos y críticos, evaluados sin ser sancionados por lo que ignoran sino que tienen la oportunidad de demostrar lo que han aprendido.

Esa es el aula soñada por los docentes de este centro y seguro, por muchos más. Una escuela con aulas en movimiento, con multiplicidad de tareas, con ruido, con flexibilidad de horarios, transformadas en laboratorios de ideas. Una escuela que acabe con la división del conocimiento en disciplinas aisladas, dando lugar a un trabajo competencial y en equipo que motive a los alumnos. y que de lugar a un aprendizaje más profundo y duradero.

Quizás se trate de gotas en el océano, pero esperemos que algún día, nuestros políticos proporcionen el apoyo necesario para hacerlo posible, dando lugar a un modelo generalizado de escuelas reclamadas por muchos, soñadas por muchos.