25 junio, 2016

Terminamos el curso escolar y algunas noticias, en cuanto a la igualdad, no son nada alentadoras. Si fuese de otro modo, no  habría tantas noticias de bullying, de violencia (de cualquier tipo), de falta de tolerancia, y un sinfín de titulares de prensa.

Por ejemplo: Hace poco el Javier Urra se pronunciaba, como tantas veces, diciendo que  «Hay chicas convencidas de que cambiarán la actitud y conducta de su pareja violenta». Los que trabajan con adolescentes en las aulas pueden estar de acuerdo en que este pensamiento es cada vez más acuciante entre las jovencitas. El mencionado autor, en dicha entrevista, afirma además que los últimos datos ofrecidos por el Instituto Nacional de Estadística indican que la permisividad hacia la violencia de género es cada vez mayor. A esto me refería cuando hablaba de noticias desalentadoras. Parece que tantas campañas de denuncias, teléfonos de ayuda, etc., no están logrando el efecto deseado.

Entonces, ¿en qué punto estamos fallando los adultos? ¿Será que las comunidades que forman la escuela, la familia y la sociedad van por caminos separados, en lugar de estar trabajando mancomunadamente? Todo esto es la consecuencia de que la escuela aún solo ven como objetivos los logros académicos, ansiando el renombrado «éxito escolar»; las familias no están por la labor de acompañar con tiempo de calidad a sus hijos, o no están realmente pre-ocupadas por las necesidades de sus hijos e hijas; la sociedad muestra cierta hipocresía con tanto «mensaje bonito» en las redes, pero en la vida real da vuelta la cara o no se inmiscuye ante un caso de violencia, de maltrato  o de desigualdad.

El término igualdad es muy amplio. Podemos referirnos igualdad de sexo, ante la ley, de oportunidades, etc., pero lo que sí queda claro es que siempre hablamos de respeto, de igualdad en los derechos, y con derecho, en su sentido estricto, me refiero al dado por la RAE:

 3 f. Principio que reconoce la equiparación de todos los ciudadanos en derechos y obligaciones.

A mi parecer, este principio está basado en el respeto, y sobre ello es en lo que más se debe trabajar en la escuela, en la familia, en la sociedad. El valor del respeto debería ser el que dé fundamento a cualquier grupo.  También me apena que muchos centros escolares tengan grandes iniciativas y no sean valoradas. Siento que, por una parte, hay colectivos de docentes y familias muy implicados en su labor de educar en valores como el respeto hacia el otro, la libertad para expresarse, el sentido crítico para elegir, etc.; y por otra, hay un ingente número de centros o de familias que no están abriendo los ojos ante tanta problemática, o no le están dando la importancia que merece. Incluso, a menudo esto se convierte en un debate, o un combate, entre la Administración y la escuela. Si no fuese así, este tipo de noticias alarmantes no tendrían sentido alguno.

Y más espanto siento cuando escucho noticias en los telediarios y aparecen imágenes de cientos de refugiados, penando por caminos en búsqueda de un «sí, aquí tienes un lugar», o de personas que pierden la vida en el mar también en la lucha por la supervivencia. Me reafirmo, ¿dónde ha quedado la igualdad?

Por suerte, cuando estoy en búsqueda de noticias sobre el tema del post, encuentro esta propuesta —que ya estoy guardando en mis favoritos— para trabajar en el aula, llamada Guía de actividades para fomentar  la igualdad de oportunidades entre niños y niñas, publicado por Fadae, siglas que corresponden a Federación Autónoma de Asociaciones de Estudiantes, y que os recomiendo porque encontraréis muchos artículos y propuestas muy interesantes en alusión a igualdad, ciberacoso, educación, etc.

Para recargar mi mente de mensajes positivos, sigo leyendo y encuentro también este proyecto que me atrae por su nombre «Rosa+Azul=Violeta», perteneciente al CEIP Victoria Díez, de Córdoba, y que resultó finalista nacional en el Premio Acción Magistral 2015. Es un proyecto focalizado sobre todo en acciones formativas sobre coeducación e igualdad afectivo-sexual, y tienen una web repleta de actividades que están realizando y realizarán el curso próximo, llamada “Rosa+Azul=Violeta”. Estos proyectos nos sirven al resto de docentes para, en primer lugar, felicitarles, y luego poder nutrirnos de sus experiencias.

Pensándolo bien, tanto la educación emocional como la igualdad son temas transversales que podemos llevar al aula no solo un «Día D» (día de la mujer, día de la paz…). Deberían presentarse en los currículos como áreas con identidad propia, que no pueden estar ausente, con más horas de las que a veces se le dedican por estar tan inmersos en el aprendizaje de mates o lengua (que no digo que no sean importantes). Me imagino una clase en la que al llegar se busquen noticias de prensa, de webs relacionadas con temas de igualdad, y estoy segura de  que, de esta manera, trabajaremos la comprensión lectora, la redacción, la ortografía, los cálculos, las estadísticas, los problemas, etc. De este modo, la escuela no estaría tan alejada de otras realidades, más lejanas o más próximas, pero que están en el marco social en el cual se educa.  Pero estas prácticas no deberían quedar sujetas al compromiso de un puñado de docentes que sabemos que nuestro rol es ser agente de cambio y que la escuela, ahora más que nunca, está experimentando un cambio profundo, fomentado por los cambios tecnológicos y sociales. Porque, al final, como dice Mariano Fernandez Enguita en su obra La educación en la encrucijada, «alcanzar un compromiso social por la educación, asumir el compromiso profesional con la educación». Quizá de esta manera sí podamos hablar ya de buenas noticias en igualdad.