4 marzo, 2015

Permitidme que en el blog de hoy cambie de punto de vista. Y en lugar de centrarme en la escuela como ese espacio magnífico que posibilita “crear el gusto por el voluntariado” me sitúe desde las personas que ya son voluntarias y repasemos testimonios.

Antes de continuar recordar que todos los ciudadanos y ciudadanas tienen el derecho de organizarse y contribuir, en función de sus intereses, capacidades y posibilidades, en las diferentes acciones que desarrolla el movimiento voluntario. Ya hablé en otro blog de qué era para mí una persona voluntaria. Los testimonios de las personas voluntarias de entidades como la Coordinadora Infantil y Juvenil de Tiempo Libre de Vallecas hablan de una necesidad personal de ayudar a los demás, de hacer algo útil, conocer nuevas experiencias, mejorar la sociedad aportando nuestro grano de arena…

Todos somos conscientes que el contacto con otras realidades, distintas de las nuestras, con personas que tienen un recorrido vital diferente… necesariamente, cambia nuestra forma de mirar, nuestra forma de sentir, nuestra forma de relacionarnos con los demás, nuestra forma de vivir… Esta es la fuerza del voluntariado: que nos pone en relación, nos pone enfrente, nos pone en camino de salir de “nuestro pequeño mundo”, a sabiendas “que no vas a cambiar el mundo, pero no puedes renunciar a formar parte del intento”, como comenta Alexia. No es necesario irse de cooperante, Toni es de las personas que piensa que el voluntariado le aporta más a él como persona que a justamente a las personas a las que acompaña y así lo muestra en el recorrido que realizar desde el proyecto Sin hogar de Solidarios ofreciendo café y conversación a los sin hogar de la zona centro de Madrid.

Un punto fundamental de la labor voluntaria es que la labor que se realice esté vinculada a un proyecto del cual nos sentimos parte. Es lo que expresa Pablo Heras que cuando estaba a punto de cumplir los 40 decidió empezar a luchar por los más débiles: “las cosas pueden cambiarse a través del esfuerzo individual organizado de forma colectivo“.

Por supuesto que no es necesario empezar a los 40, así, cuando Estrella cumplió 13 años y recibió su primera paga decidió hacerse socia de Greenpeace. Nueve años después participó en su primera acción, en Tarragona, protestando en una incineradora de residuos. Y a veces esto del voluntariado es tan fácil como cocinar macarrones. Paula y Manuel llevan tres años preparando los mejores macarrones de España y del mundo. ¿Qué macarrones son capaces de hacer felices, cada domingo, a más de 60 personas que viven en la calle, en Valencia? su proyecto: “El Macarrón Solidario

En definitiva ser una persona voluntaria es una forma de ser, de estar en el mundo, de vivir. Con los pies en la tierra, conscientes que formamos parte de una sociedad, en relación con ella y con las personas que la componen, sabiendo que lo que hacemos no es nunca neutral, sino que influye… y que es capaz de iniciar el cambio y ya sabemos que gota a gota… Eduquemos en el voluntariado, en la alteridad…