31 octubre, 2013

El 29 de octubre nos acordamos del gran crack, un día en el que pudimos ver que las cosas no las estábamos haciendo bien.  Como nos acordamos en el año 1929 se produjo la más devastadora caída del mercado de valores en la historia de la Bolsa en Estados Unidos que produjo una recesión de la economía mundial que duró décadas, denominándose este año como el Crak del 29.Hubiera sido genial que hubiéramos cambiado a raíz de aquellas jornadas, de estrategia. La historia reciente nos demuestra que no fue así.

Estamos ya corrigiendo los discursos, parece que nos alejamos de este gran crack del siglo XXI. Hay una idea de crecimiento, aunque ello supongo mermas notables en acción social, sanidad y educación. La pregunta que surge y que late es, ¿hasta dónde se va a recuperar las inversiones que se han perdido en educación?, ¿volverán las tarjetas sanitarias a quienes se las han retirado?, ¿se dirigirá de nuevo la mirada hacia las personas que viven en las cunetas de la sociedad?… y cómo estas muchas preguntas más…

En este marco el pasado 29 de octubre celebramos el Día mundial por el decrecimiento.

El decrecimiento es una corriente de pensamiento fundada en el simple hecho de la imposibilidad de mantener una economía siempre expansiva, que tiende al crecimiento ilimitado, en un planeta con recursos naturales limitados. Nació a principios de los años 70 de la mano del economista estadounidense de origen rumanés Nicholas Georgescu-Roegen.

El decrecimiento supone una organización diferente de la sociedad, cambiando nuestra forma de pensar hacia el decrecimiento. “Menos para vivir mejor”.

Me parece fundamental que en los espacios educativos juguemos con palabras como consumo responsable, ecosistema, eficiencia energética, cooperación, durabilidad, sobriedad. Pienso que este es el camino para los proyectos y dinámicas de emprendimiento que podemos acometer desde la escuela. Para el Buen Vivir no es necesario el uso excesivo e indiscriminado de recursos materiales y energéticos.