30 abril, 2014
“Me interesa el futuro porque es el sitio donde voy a pasar el resto de mi vida” Woody Allen

Si buscamos en el diccionario la palabra sembrar nos da tres acepciones: 

  • Arrojar y esparcir las semillas en la tierra preparada para este fin:
    sembrar el campo de trigo.
  • Desparramar, esparcir:
    sembró los juguetes por toda la casa.
  • Dar motivo, causa o principio a una cosa:
    quien siembra vientos recoge tempestades.


Me gustan las tres definiciones. Traigo este post a raíz de un vídeo en Youtube donde Pablo Solé  tras dos años de voluntariado en Tanzania lleno de vivencias extraordinarias, de 16 años, ha creado junto a otros compañeros una asociación para crear mayor impacto allí y nuevos proyectos en su entorno diario. Su objetivo y su sueño, formarse al máximo para volver a Tanzania como profesional y contribuir a cambiar el mundo.

 

Esta actitud de Pablo, tan vital, sólo surge de una buena siembra. Siembra que necesariamente ha de realizarse en los primeros años para hacer verdad ese refrán del Guzmán de Alfarache Siembra buenas obras, cogerás fruto de ellas  o esta frase de Charles Reade Siembra un acto y cosecharás un hábito. Siembra un hábito y cosecharás un carácter. Siembra un carácter y cosecharás un destino.

 

Me gusta mucho este ejemplo de la siembra porque me recuerda la atención al momento y al tiempo. Me recuerda que la siembra precisa de una atenta preparación de la tierra, planificada, tierra mimada. Me recuerda que no vale cualquier tiempo sino aquel en el que estamos más abiertos a estímulos, a los famosos “inputs”, aquel tiempo, esos primeros años en el que empezamos a construir esquemas y estamos más liberados de pre-juicios. El trabajo que venimos realizando en los centros con la mirada puesta en la alteridad y la preocupación por las otras personas es buena tierra para el voluntariado.