30 marzo, 2015

“Tenemos una cultura en la que controlamos mucho a los chicos, no les dejamos resolver cosas por sí mismos, les hacemos la vida muy fácil” (Andreas Schleicher, responsable de Educación de la OCDE).

La primera vez que una criaturita recibe dinero como regalo, por lo común coincidiendo con un cumpleaños o con unas vacaciones, es como si se le estuviese dando una especie de espaldarazo por el que se le nombra algo así como “caballero de la santa moneda” o bien “dama del gasto ritual”. Tener dinero propio en la mano para gastarlo como a uno le apetezca se convierte en una experiencia inigualable, en la oportunidad más increíble de hacer esas cosas que hemos visto hacer a los mayores cuando van a las tiendas o a los supermercados: con ese primer dinerillo por fin podremos comprar chucherías… ¡sin tener que pedir a los papis o a los abuelos que nos las compren! Y si sabemos contener nuestra impaciencia hasta es posible guardarlo cada vez que nos lo dan para hacernos más adelante con el juego o el juguete que nos gusta.

El dinero posee un aura misteriosa cuando se es todavía un niño, y aunque hayamos visto a los mayores manejarlo en múltiples ocasiones, no acabamos de comprender muy bien del todo el mecanismo que lo rodea. Oímos decir en casa que papá y mamá trabajan para ganar dinero y poder pagar la luz, la comida, la ropa, los juguetes, etc., pero aun así se nos escapa cómo llegan exactamente esos billetes y monedas a su bolsillo o por qué se guardan en un banco, qué es la hipoteca de la casa que hay que pagar, qué es una nómina, qué significa que hay que pagar impuestos o por qué se puede o no se puede comprar todo lo que a uno le guste. La palabra “dinero” suena a todas horas en casa, en la televisión y en las películas, y sin embargo rara vez pensamos que es importante que tanto los niños como los adolescentes conozcan bien qué es eso de lo que hablan en casa y cómo ellos pueden contribuir, a través de su responsabilidad, solidaridad, esfuerzo e implicación, entre otros valores, en su economía familiar.

La educación financiera es “el proceso mediante el cual los individuos adquieren una mejor comprensión de los conceptos y productos financieros y desarrollan las habilidades necesarias para tomar decisiones informadas, evaluar riesgos y oportunidades financieras, y mejorar su bienestar” (OCDE). Su relevancia es evidente en este tiempo en el que las decisiones que cualquier persona tome acerca del dinero (trabajo, gasto, ahorro, previsión, inversión, préstamo, etc.) nos afectan de manera muy importante. Pensar que sólo a los adultos les compete tener claro cómo manejar todas esas variables es olvidar que para hacerlo bien hay que tener una preparación y una práctica que empieza pronto, en lo más doméstico, porque las decisiones que se tomen condicionan de forma seria la existencia personal y familiar.

Vamos a verlo desde un poco más de cerca. Un chaval que no tenga una mínima formación sobre el valor y uso del dinero, sobre cómo se gana y se debe emplear, o que ignore la necesidad de que hay que darle una utilización responsable y no meramente caprichosa, se expone a creer que puede exigir todo, a ser un manirroto llegado el momento o a pensar que para qué hace falta ser previsor o generoso. Para muchos adolescentes el dinero es una cosa que se pide y que sin más hay que gastar en lo que a uno le gusta, para volver a pedirlo y repetir la jugada, y así una y otra vez, como en los mundos de Yupi. Esa manera de considerarlo es la consecuencia de una infancia en la que se les ha mantenido a este respecto lejos del sentido de la responsabilidad, de tal manera que ellos eran el centro y se les permitió luego continuar ajenos a todo lo que significaban las obligaciones y demandas de la economía familiar.

Valores de futuro es una iniciativa de BBVA cuyo objetivo es promover competencias y valores asociados al uso del dinero mediante la realización de talleres participativos que fomentan la reflexión y el diálogo en el aula. Esta iniciativa pretende ayudar a los estudiantes a tomar conciencia del uso del dinero y comprender la operativa financiera básica. Los talleres, con un planteamiento teórico y práctico, se basan en material pedagógico diseñado para este proyecto, y entre otros fines ayudan a los alumnos de primaria y secundaria a reflexionar sobre el valor del dinero y a tomar conciencia de lo que cuesta conseguirlo, a administrar de una forma óptima su propio dinero, utilizar su ingenio y creatividad en busca de actividades que les permitan sacar algún beneficio, elaborar un presupuesto de una actividad teniendo en cuenta los gastos fijos y los variables, endeudarse con sensatez, manejar tarjetas de crédito, hacer pagos on line o también intercambiar experiencias vividas, enriqueciéndose de las ideas y opiniones del resto de los compañeros en ejercicios de colaboración para llevar a cabo un fin social.

Este abanico de contenidos acerca de aspectos de economía personal, ahorro e inversión, crédito, planificación y gestión, etc., contribuye además a estimular en los alumnos hábitos relacionados con la capacidad para hacer planes y gestionarlos. Parafraseando a D’Angelo, un chico que no planifica ni organiza no es autónomo, y el aprendizaje de estos aspectos puede servir de adecuado empujón evolutivo para que se adentren en la toma de iniciativas. Es un tipo de formación que les va a permitir observar la realidad cercana con una perspectiva más amplia y realista, al centrarse en el esfuerzo y la responsabilidad que rodea el mundo de la economía.