10 junio, 2013

Muchos somos los que hemos vivido los campamentos de verano. Recordamos ese espacio fresco de convivencia, alejados de la familia, con los amigos, realizando actividades que no hacemos durante el año. Yo los considero como un elemento clave de la educación. Hasta hace unos años eran las entidades sociales las encargadas de poner en marcha los campamentos. A medida que los niños y niñas nos  hemos convertido en padres y madres y valoramos este tipo de actividades, hemos querido que desde los colegios se pongan en marcha este tipo de iniciativas.

Y así, son muchas las AMPAS que, en colaboración con las entidades sociales de la zona, desarrollan campamentos de verano. Un aplauso a todas ellas. Aquí os dejo un ejemplo en el Colegio Palomeras Bajas y otro más en el Colegio Javier de Miguel. Un campamento de verano es una muy buena forma de completar el currículo académico que se desarrolla durante el curso escolar. Los campamentos permiten la interacción con el entorno próximo o distante (barrio, ciudad, entorno natural) de manera crítica y creativa.

El marco de trabajo de un campamento tiene unas características que lo diferencian de cualquier otro trabajo que realicemos durante el curso:

  • ­Un campamento educativo está centrado en los chicos y chicas, es decir, ellos son los protagonistas. Esto es fundamental. En pocos espacios de sus vidas ellos son los protagonistas, pero en los campamentos sí…
  • ­La separación de los chicos y chicas de sus padres. Esto es importante, pues desarrolla en as personas que participan la necesidad de funcionar con autonomía.
  • ­En este tiempo los niños y niñas han de buscar salidas autónomas a las necesidades de organización material de su vida en cuestiones como la ropa, la higiene, el descanso, etc. y a sus necesidades afectivas en el encuentro con el resto de iguales y con los monitores. Todo esto convierte el campamento en un campo de operaciones vitales muy interesante.
  • ­Intensidad. La duración de los campamentos oscila entre los doce y los quince días, a razón de 24 horas cada día (8 horas en los campamentos urbanos), desarrollándose todo en un espacio limitado. Toda la jornada es actividad, educación, relación, animación…, convirtiéndose el campamento en una experiencia muy intensa para los chicos y monitores.
  • ­Creación de comunidad y espacio. El grupo de participantes se convierte en una comunidad humana y ocupa un espacio que se adapta a sus necesidades, dotándolo de las herramientas necesarias para la vida del colectivo.
  • ­El ritmo de vida de los participantes es totalmente distinto de la vida cotidiana; mientras que en la vida normal el tiempo de ocio es bastante pasivo, sobre todo por la televisión y la falta de espacios para juegos, en el tiempo del campamento la actividad es una característica importante. Se pasa de la pasividad a la actividad, y sobre todo a la actividad creativa, la sorpresa y la aventura.
  • ­El medio natural como marco de trabajo. Es un espacio adecuado que permite la máxima utilización por parte de los chicos y las chicas. Las posibilidades de moverse sin peligros, la tranquilidad, la belleza de los paisajes, los colores…, todo esto en contraste con el medio urbano donde vivimos la mayoría de los participantes en campamentos.
  • ­La voluntariedad. Como todas las actividades de tiempo libre, la participación en un campamento es una decisión tomada voluntariamente por el o la participante.
  • ­Responsabilidad. La comunidad que se crea pone en funcionamiento los servicios y trabajos necesarios para su mantenimiento, siendo responsable de esto todos los miembros del campamento.

Todas estas características crean un marco de trabajo que posibilita el desarrollo de una buena acción educativa, que tiene unos efectos visibles y estimulantes.

Ir a un campamento de verano es una experiencia inolvidable tanto para los chavales y chavalas que participan como para los educadores y educadoras que lo preparan y desarrollan. Un espacio de convivencia, una aventura y un disfrute difícil de olvidar en el resto del año.