20 abril, 2013

Es conocida esa frase de que quien educa es la aldea. Esa aldea está constituida por la escuela, el resto de entidades, instituciones y por supuesto, las personas. Situados en esa aldea, permitidme que en un par de ocasiones no hable directamente de la escuela sino de las entidades sociales que trabajan desde su metodología, codo a codo con los centros escolares, y que forma parte de esa aldea que educa a la persona.

Las entidades sociales a las que me refiero son espacios abiertos en los barrios, que trabajan en el tiempo libre, desde una metodología de educación no formal, que desarrollan programas de intervención social con los niños, niñas y jóvenes y también por extensión con sus familias. Estas entidades tienen muchos nombres casi siempre en función de la Comunidad Autónoma donde estén: centros de día, centros abiertos, esplais,… En este post nos quedamos con el genérico: entidades sociales. Gracias por adelantado a Aurora, Elena, Mª del Mar, María y Marta por sus reflexiones.

Desde las entidades trabajamos por la compensación educativa. Las instituciones educativas y las entidades sociales compartimos principios y fines, como el desarrollo integral de la personalidad de los niños, niñas y jóvenes, y la importancia de la educación como derecho fundamental, para minimizar las desigualdades de partida, la participación de los distintos agentes en la gestión y el control de las instituciones.

Así, las entidades sociales, somos entidades “educativas” de educación no formal, cercanas y vinculadas a las realidades del barrio y a sus vecinos, que actuamos como complemento y “acicate” de la administración en general, y de la administración educativa en particular. Creemos que la participación del tejido social con su potencia de capital social es indispensable en cualquier proceso educativo.

Constatamos que muchos de “nuestros chicos” tienen una trayectoria escolar que hace pensar, no sólo que existan importantes dificultades para alcanzar los objetivos educativos, sino el riesgo de abandono prematuro del sistema escolar. Frente a esta situación, como entidades sociales, planteamos nuestra intervención social:

–        considerando a la persona en su globalidad intentando abordar todos los frentes. De ahí la propuesta constante de la necesidad de coordinación con otros agentes sociales, con otras plataformas y/o instituciones.

–        desde la cotidianeidad, desde la vida del barrio, desde el entorno donde se despliegan sus vidas.

–        abordando la asimetría social, intentando reducirla. Consideramos que las personas con las que intervenimos tienen mucho que aportar al desarrollo social y de la ciudadanía.

–        procurando que el aprendizaje y la relación con el sistema escolar sea satisfactorio.

–        apostando por el protagonismo de los niños y jóvenes con los que trabajamos.

–        considerando que el apoyo en los aprendizajes y el desarrollo educativo de las personas con las que trabajamos es aspecto fundamental del proceso de construcción de la persona hacia su autonomía.

–        centrándonos más en los procesos de integración y satisfacción, y no tanto en la mejora del rendimiento escolar.

–        abordando las habilidades instrumentales básicas, esto es, los instrumentos básicos para la integración escolar.

–        partiendo de las potencialidades de cada uno y no de sus déficits personales. Nuestra intervención no está atenta a las etiquetas.

–        como fruto de procesos colectivos de investigación-acción en constante revisión y  mejora.

Pero, ¿qué hacemos con ellos por las tardes en los locales? Hacemos compensación educativa

Y… ¿por qué lo llamamos compensación educativa? Varios son los términos que se emplean para referirse a este tipo de intervenciones: apoyo escolar,  refuerzo escolar, refuerzo educativo, compensación educativa…

Nosotros nos decantamos por el término compensación educativa. Entendemos que la intervención que se realiza bajo esta expresión no sólo hace alusión a contenidos curriculares, a aspectos técnicos para la mejora de aprendizajes… sino que va más allá intentando realizar una intervención globalizadora sobre la persona. Las entidades sociales no somos academias que impartimos contenidos, somos entidades que apostamos por la educación en el sentido más amplio del término, concibiendo a la persona en su totalidad, trabajando todas las dimensiones personales, convencidos de que lo curricular se “juega”, también, en todas las dimensiones de la persona.

Desde las entidades sociales nos coordinamos con las escuelas en nuestro trabajo. Y no sólo con los centros escolares, también con Servicios Sociales, con Salud y con todas las instancias o espacios que intervengan en la vida de estos chicos. Entendemos la coordinación como una tarea motivadora: para los participantes que sientan que todo el mundo trabaja por su bien; para los agentes que se sientan parte de un proceso conjuntos; para nosotros que nos sentimos implicados junto a otros y otras.

La educación no formal se está abriendo paso en medio de los centros escolares. Los saberes y nuestra forma de entender los procesos educativos cada vez son más tenidos en cuenta por las instancias educativas. No nos cansamos de repetirlo: el pleno desarrollo personal de estos chicos y chicas se consigue cuando todos trabajamos de modo conjunto. Y ésta ha de ser la apuesta: todos aportamos a la educación y tan necesarios son los aprendizajes propios de los centros escolares como los aprendizajes que se realizan en las entidades sociales.

Coincidimos con los centros escolares y con el resto de instancias en el fin último que perseguimos: la mejora de la calidad de la vida de los chicos. Nos diferenciamos en la metodología que usamos. Trabajamos por lo mismo con actuaciones complementarias. Respecto a colegios abordamos el aprendizaje de formas distintas; pero sin olvidar que trabajamos, estamos al lado de las mismas personas.

Estamos convencidos de que los procesos de coordinación, más allá de las relaciones institucionales o de los informes de derivación, pasan por las relaciones personales. Por eso las cuidamos. Coordinar no es sólo poner reuniones, sino cuidar las relaciones interpersonales con los profesionales con los que trabajamos en común.

Cuando desde las entidades sociales nos encontramos con un profesorado “apasionado” por su trabajo, que entiende que la educación va más allá de impartir contenidos curriculares, que piensa que es toda la comunidad la que educa, cuando nos encontramos con un técnico de Servicios Sociales convencido de la importancia de su trabajo y de las posibilidades que tiene de transformación social, comprobamos que la calidad del trabajo educativo que entre todas las personas realizamos mejora muy notablemente.

La coordinación de trabajos tiene varias fases:

procesos de coordinación

En el próximo post hablaremos de cómo es una tarde en las entidades sociales, qué trabajos realizamos