19 abril, 2015

Actualmente, la quinta acepción de la palabra ‘gitano’ que recoge la 23ª edición del Diccionario de la Real Academia les define como ‘trapaceros’ o personas que engañan con astucias. Cuando buscas la definición del término trapacero (persona que con astucias, falsedades y mentiras procura engañar a alguien en un asunto”), encuentras calificativos discriminatorios que no hacen más que reforzar los estereotipos que la sociedad mantiene sobre los gitanos.

Ante esta definición discriminatoria, el Consejo Estatal del Pueblo Gitano con motivo de su día internacional celebrado el 8 de abril, ha lanzado
una campaña
en la que ha difundido el vídeo “Yo no soy trapacero”, donde varios niños de etnia gitana intentan romper estereotipos y demostrar que son iguales al resto de niños, que sueñan con recorrer el mundo, seguir jugando con sus amigos, con estudiar, etc. Y por tanto, estas son algunas de las respuestas que podemos ver en este vídeo: Los gitanos no hacemos eso”,otras personas también pueden hacer eso, “nos están insultando”; “no me parece justo”” o “no me gusta que digan eso en el diccionario” .

Es lamentable e injusto, que en esta sociedad del s. XXI, donde nos llenamos la boca de palabras como derechos humanos, justicia, igualdad, tolerancia, encontremos estos ejemplos tan discriminatorios porque como reza el lema de esta campaña “la discriminación genera más discriminación”

Este puede ser un ejemplo representativo pero no único, y por ello, la sociedad debe entender que ni los gitanos ni ningún otro grupo desfavorecido debieran tener una imagen ligada a prejuicios ni estereotipos. El 21 de marzo se dispuso como el Día Internacional para la eliminación de la discriminación racial por el Alto Comisionado para los Derechos Humanos. Justamente porque aún, en el siglo XXI, continúa habiendo discriminación racial y étnica. El racismo y la intolerancia mediante diferentes manifestaciones privan a los individuos de los principios fundamentales de igualdad.

Ramón Flecha en su artículo Racismo moderno y postmoderno en Europa. Enfoque dialógico y pedagogías antirracistas” incide en el incremento que éste experimenta en Europa y los retos que dicho incremento representan para la educación y los educadores. El autor distingue entre el racismo de tipo tradicional y el más reciente, al que denomina “racismo postmoderno“. El primero está basado en argumentos de desigualdad y la existencia de razas superiores e inferiores y grupos étnicos diferentes. Hay culturas superiores e inferiores (sus características les impiden acceder a la igualdad de resultados) Frases como “son distintos a nosotros”, “los gitanos son trapaceros”, “los musulmanes son peligrosos”,…El segundo mantiene que dichos grupos étnicos no son superiores ni inferiores, sino simplemente diferentes. Este racismo posmoderno supone considerar como cultural, situaciones que son el resultado de desigualdad. Se culpabiliza a la cultura de su propia exclusión. Partiendo de trabajos realizados por teóricos dialógicos como Paulo Freire y Jurgen Habermas, Flecha sugiere que los educadores usen la aproximación del diálogo, que sitúa el énfasis en la necesidad de igualdad de derechos para todos los individuos para desarrollar ciencias de la educación antirracistas realmente efectivas y capaces de combatir ambas formas de racismo simultáneamente.

Como profesionales de la educación debemos compartir ese sueño de igualdad, y que éste se convierta en un proyecto mundial: que el aprendizaje esté al alcance de todos los niños y niñas. No se trata sólo de ver qué podemos dar a esos niños y niñas de colectivos más desfavorecidos. Sino qué damos a nuestros hijos e hijas para ofrecer lo mismo a unos y a otros. Debemos poner a su alcance todos aquellos conocimientos, medios y recursos para que todos los alumnos, independientemente de su origen o procedencia, aprendan todo lo necesario.

Las familias académicas estamos alcanzando nuestro sueño, estamos potenciando y logrando que nuestros chicos y chicas aprendan lo suficiente para vivir sin exclusiones sociales y en igualdad. Pero ¿ocurre lo mismo con niños y niñas gitanos, magrebíes, etcétera? Está muy claro que ellos tienen que tener las mismas oportunidades que esos chicos y chicas de familias académicas, cuyas condiciones para triunfar son más favorecedoras.

En los centros educativos debemos trabajar desde una doble perspectiva:

1) La escuela constituye para muchos niños y niñas el primer espacio de convivencia con iguales de otras culturas diferentes y en función de cómo el Proyecto Educativo recoja unas señas de identidad u otras, los resultados pueden ser muy diferentes. El RESPETO debe convertirse en la clave, en el valor fundamental en torno al cual giren las interacciones entre iguales y las interacciones profesores-alumnos. La tolerancia ante cualquier tipo de situación discriminatoria debe ser cero. Será importante trabajar la prevención para crear un clima positivo de convivencia. También considero muy importante el tipo de lenguaje que utilicemos ya que en ocasiones, sin ser consciente de ello, los propios profesores usamos un lenguaje discriminatorio de entrada, un lenguaje quea partir de juicios moralistas, culpabiliza, insulta, rebaja a alguien, etiqueta, critica, o implica diagnósticos equivocados. Debemos transformarlo por un lenguaje positivo que propicie la comprensión y la compasión. Sustituyámoslo por un lenguaje de acción claro, positivo y concreto puesto sólo de esta forma estaremos creando un ambiente propicio para el respeto. Y en base a nuestro ejemplo, debemos formar a nuestro alumnado en habilidades de comunicación positiva, como clave para unas relaciones constructivas.

El diálogo igualitario debe convertirse en un objetivo clave. Este diálogo se produce cuando las personas que participan en él parten de la validez de los argumentos y no de la posición de poder o status de la persona que los expone (Habermas, 1987). En el diálogo igualitario se superan las relaciones de poder, teniendo presente que todas las personas son capaces de diálogo, acción y aprendizaje, independientemente de cuál haya sido su lugar de procedencia o su cultura. Por tanto, todas las personas participantes en procesos de educación básica podrán participar en un plano de igualdad con las personas educadoras.

Sólo podremos conseguir un mundo en paz si se reconoce la pluralidad de nuestras identidades.

2) Nuestro trabajo docente debe ir encaminado a lograr el éxito escolar del alumnado en situación de desfavorecimiento social. El sistema educativo debe luchar para conseguir que desaparezcan las desigualdades originadas por pertenecer a grupos sociales desfavorecidos transformando las instituciones educativas en centros inclusivos que integren a todos y todas en la praxis educativa de cada día, que reconozcan la diversidad como un valor a integrar y que vivencien las diferencias desde el respeto.